La maternidad es la experiencia más desafiante y a la vez reconfortante de la vida. Lo que buscamos las mamás es llegar al final del día campantes, aunque esa sensación de satisfacción se pierda en el cansancio.
Mi nombre es Laura y soy madre primeriza de mellizas de cinco meses. Tengo la costumbre de organizar todo y anticiparme mucho a lo que podría pasar en el futuro, así que ya se imaginarán todo lo que hago para intentar mantener el orden en una vida con dos recién nacidas, un perro (que es como un hijo) y mi marido, viviendo en el extranjero sin red de apoyo (¡aunque para eso está Mi Tribu!).
Obviamente mi intento de controlarlo todo funciona sólo para el 1% de las cosas que me suceden, el otro 99% sólo me genera ansiedad. Estoy entre las más de 400 millones de personas en el mundo que sufre o ha sufrido algún tipo de trastorno mental, así que tampoco soy tan especial.
Lo que me hace un poco más “única” es que estoy dentro del 2% de las mamás del mundo que han tenido un embarazo múltiple. Si que fue una sorpresa cuando nos confirmaron a mi marido y a mí que ese bebé que tanto habíamos buscado – con una pérdida de por medio – ¡eran dos!
El 2X
A las que me preguntan cómo es tener mellizas recién nacidas, sólo hay que multiplicar por dos (2x) todas las actividades del día, en algunos casos incluso hay que elevarlo a la potencia de 2, como cuando una regurgita mientras le estás dando leche a la otra, cuando hay que sacar chanchos a las 3 a.m. y no salen, o cuando se amotinan y empiezan a llorar al mismo tiempo. Eso sí, también recibes el doble de sonrisas y te derrites el doble.
Cuando uno tiene gemelos los días deberían tener 48 horas, si son trillizos 72 horas y así sucesivamente, pero la realidad es que sólo tengo 24 horas para atender a mis hijas, organizar la casa, ser una buena profesional ahora que he vuelto al trabajo, ser buena hija, buena hermana, intentar ser buena esposa (las hormonas del embarazo me han convertida en una especia de ruleta rusa con mi marido), y sobre todo, buena madre.
Buscando el control
¿Cómo una control freak como yo sobrevive la maternidad? La verdad es que estoy logrando salir digna (hasta el momento). Es cierto que vivo en un caos permanente, al igual que todas las madres, sobre todo primerizas, pero he logrado bajar mi nivel de ansiedad detectando todo aquello que sí puedo controlar y haciendo el ejercicio de dejar ir lo que no está a mi alcance.
Por ejemplo, con dos niñas la lactancia materna es dura. No he logrado dar pecho porque eso de no saber cuánto tomaba cada una me generaba ansiedad desde el principio, además tengo una niña glotona y la otra que no cree en eso de “comer”, por lo tanto, si quería darles leche materna tenía que buscar una solución intermedia.
Llevo casi cinco meses como vaca Lola. Me puedo olvidar el celular en casa, pero nunca el sacaleches, no es el trabajo más entretenido del mundo, pero me da la tranquilidad de saber que les estoy dando la suficiente leche materna a ambas. Así, hago feliz al pediatra, a la matrona, a mi mamá, a mi abuela, y, sobre todo, a mi psicóloga, que fue la única que se preocupó por el nivel de angustia que me estaba generando la lactancia durante las primeras semanas cuando me pasaba las 24 horas del día intentando dar pecho.
No sé si les pasa a todas, imagino que sí, pero cuando los bebés nacen la mamá pasa a un quinto plano, que es lo normal, incluso nosotras mismas nos ponemos en ese quinto plano. Por lo mismo, creo que hacer terapia muchas veces es esencial cuando una acaba de ser mamá porque el psicólogo es la única persona a la que sólo le importarás tú, ¡después de todo, es su trabajo!
No puedo controlar cuánta leche voy a producir, de hecho, tuve Covid-19 cuando mis hijas tenían un mes y, de un día para otro, se me cortó la leche. Estaba desesperada empecé a tomar té con leche todo el día, comía avena, tomaba cerveza sin alcohol y todo lo que me salía al escribir “como recuperar la producción de leche” en Google. Llamé a la matrona, a la asesora de lactancia, y por último al médico, que me dijo “Si es por el Covid-19, sigue usando el sacaleches y volverá. Si no vuelve, es que tu cuerpo decidió no producir más leche y punto”. A los dos días volvió.
Lo que sí controlo es cuánta leche he producido y eso me ayuda bastante. Llevo un registro de cuánto toma cada niña, a qué hora, si tomó de mi leche o fue fórmula, si vomitó – tengo una que vomita bastante, hasta por la nariz -, y por último, si ensució el pañal y con qué – un dato muy importante cuando se tiene bebés estreñidos.
Anotar esta información detalladamente me ha servido mucho. Primero, porque con dos es muy fácil desordenarse con la lactancia. Segundo, porque mi marido y yo nos podemos organizar para salir, ir a trabajar, etc. dejando a las niñas con una niñera y siempre sabemos a quién le toca qué. Por último, porque con esta especia de “curva de alimentación”, hemos logrado entender cuánto y cómo comen y así que duerman entre 11 p.m. y 7 a.m. ¡Esperemos que sigan así! Ya les contaré si esta luna de miel del sueño termina.
Les dejo una ilustración hecha por mi talentosa y gran amiga, Raquel Estrada. Son mis mellizas y mi otro hijo que ya tiene 8 años (¡56 en edad perruna!). Un buen reflejo del caos incontrolable, pero de doble felicidad.
Con cariño, Laura Iriarte